Vos allá, yo acá. Yo allá y vos acá.
Dos sin sus cabezas, que se van porque pueden. Porque
creen poder acercar y fundir dos cuerpos.
Esta distancia irreductible, que me burla como a un niño que
intenta vaciar de agua un pozo en la playa.
Una condición de deseante en espera, de jinete sin espuelas.
Vos, yo y girando entre los dos el encanto. Dibujando ochos
en el aire impalpable, incontenible. Separando, enlazando en el mismo
movimiento.
Y me queda para apaciguar mientras tanto puntas de ovillos.
Que busco como al tacto, con los ojos empañados. Fragmentos que los soplo y
brillan repentinos sin necesidad de lustrar.
Giro el bolillero y cae una tarde nuestra de cuando éramos
otras personas. Lo recorro en su circunferencia y le encuentro nuevas puertas
de espacios que había olvidado. Coincidencias que me explican mejor porque hoy espero.